En sus más de ciento cincuenta años de existencia, la ganadería de Miura ha
sido capaz de producir un toro con unas características morfológicas y de
comportamiento muy definidas y fijadas. Probablemente, de todos los prototipos
antiguos de la raza de lidia que aún subsisten, el de Miura es el que conserva
mayor afinidad con sus orígenes y el que menos variaciones ha sufrido.
Desde el siglo XIX los toros de Miura han presentado siempre un sello propio,
que les ha hecho inconfundibles. Su gran tamaño corporal les convierte en el
único prototipo de la raza que puede clasificarse como longilíneo. Esta
condición se fundamenta en una estructura física muy peculiar, heredada de su
predominante origen Cabrera.
Según los tratados y las crónicas de la época, los ejemplares oriundos de
esta Casta Fundacional ya eran típicamente grandes, cornalones, largos y
agalgados, características que siguen marcando el sello diferencial propio de
los actuales ‘miuras".
Efectivamente, los vacunos de este hierro tienen una gran altura a la cruz y
una considerable longitud corporal de cabeza a rabo. Además, están provistos de
extremidades largas y su vientre es bastante recogido, aspectos que en conjunto
Les confieren su característico tipo galgueño.
A pesar de su amplitud corporal, mucho mayor que la de cualquier otro
ejemplar de la raza, los toros de Miura no tienen una buena conformación desde
el punto de vista de su rendimiento cárnico. Son más bien angulosos y con poco
desarrollo de las masas musculares, lo cual no es inconveniente para que rebasen
con facilidad los 600 kilos de peso en vivo.
Este considerable tonelaje, su gran tamaño y desarrolladas defensas, junto
con la leyenda de terror que acompaña a la ganadería, han intimidado mucho a los
toreros a lo largo de la historia, aunque ahora un peso tan elevado ya no
impresiona ni a los aficionados, ni a los propios diestros, al haberse
convertido en bastante frecuente.
En cualquier caso conviene señalar que el gran desarrollo de su esqueleto es
el único responsable de que los "miuras" alcancen pesos tan elevados
habitualmente, ya que no suelen lidiarse excesivamente gordos. Incluso en muchas
ocasiones su aspecto más "vareado" hace que parezcan flacos, escurridos de grupa
y con los ijares marcados.
Independientemente de estos aspectos, toda la morfología de los ejemplares de
este encaste resulta tan peculiar como llamativa. Su cabeza es alargada,
lavada, un poco avacada en ocasiones y de perfil subcóncavo. La frente y el
morro son anchos y los ojos tienen tamaño grande y una especial viveza en la
mirada, que les confiere un aspecto fiero muy característico, semejante al de
los toros antiguos y totalmente distinto al de los actuales vacunos de
lidia.
Las encornaduras alcanzan un grado de desarrollo bastante considerable,
abundando los ejemplares corralones. Los cuernos suelen ser gruesos en la
mazorca y tienen una característica inserción por detrás de la línea de
prolongación de la nuca en el hueso frontal (cornitraseros). En general no
suelen ser muy astifinos, más bien al contrario, aunque en cada camada se dan
ejemplares que sí lo son.
La coloración de las astas es variada, abundando los astisucios y astinegros,
así como los que tienen cuernos acaramelados, que se corresponden con capas
coloradas y salineras.
En cuanto a la dirección de las astas predominan los ejemplares bien armados
y los corniveletos, capachos y corniabiertos. También se dan algunos
conidelanteros o ligeramente abrochados de cuerna, y más raramente cornivueltos
e incluso playeros. No son frecuentes los gachos.
El crecimiento de las encornaduras se evidencia sobre todo durante el tercer
y cuarto año de vida del animal, fases en las que se dispara su desarrollo y
define su dirección. Antes, mientras son erales, acusan un considerable retraso
con respecto a los vacunos de las restantes ganaderías y tienen un
característico aspecto abecerrado. En esa etapa son muy "paletos" de cuerna, es
decir, las astas les crecen completamente hacia fuera ensanchado la cuna de lo
que a partir del tercer año suele ser una armadura bastante respetable.
Las peculiaridades morfológicas de lo "Miuras" se aprecian también en el
cuello, que es muy largo, musculado, flexible, ágil, y presenta un morrillo
amplio, pero no muy prominente por lo general. La papada alcanza un grado de
desarrollo discreto, lo que contribuye a estilizar el conjunto de las reses.
A pesar de su longitud, la línea dorso-lumbar suele ser bastante recta, los
costillares muy anchos y los lomos igualmente amplios, mientras que el vientre
es característicamente recogido (vientre de galgo).
Las extremidades son finas y muy largas llegando a ser zancudos. Las
posteriores descienden muy rectas en todo su trayecto, de forma que los
corvejones apenas sobresalen sobre la línea del aplomo, característica ésta que
apenas se da en otros encastes. La cola es igualmente fina, larga y con el
borlón bastante poblado.
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