Las hembras de la ganadería de Miura se corresponden con un prototipo
morfológico muy poco habitual entre los actuales vacunos de lidia. Sus rasgos
las acercan en buena medida a los prototipos antiguos de la raza y les confieren
un aspecto casi vestigial. Al igual que ocurre con los machos del encaste,
las vacas miureñas ofrecen al observador multitud de peculiaridades
morfológicas, aunque no resultan tan llamativas como en el caso de aquellos.
Quizá, el aspecto más curioso por inesperado sea el del tamaño corporal, que
cualquiera se imagina proporcionalmente tan grande como el que lucen los toros y
que sin embargo no se corresponde en razón directa. De hecho, las vacas de Miura
son de talla grande en relación con el conjunto de la raza, pero tienen un
tamaño semejante al de las hembras de las líneas ganaderas que alcanzan más
desarrollo corporal e incluso pueden verse superadas en algún caso, como ocurre
con las procedentes del encaste de Atanasio Fernández.
En conjunto las vacas de Miura resultan finas y vivaces. Su cabeza es
alargada, de perfil subcóncavo y con los ojos de tamaño grande y mirada
agresiva. El morro es ancho y reluciente. Las encornaduras alcanzan buen grado
de desarrollo y. al igual que ocurre en el caso de los machos, son gruesas en su
base, aunque no tanto como las de aquellos. Son variadas en cuanto a la
dirección que siguen, predominando las comianchas y corniabiertas, la mayoría de
ellas con la característica inserción trasera y en una posición muy alta de la
cabeza.
El cuello es largo y flexible, pero mucho menos corpulento que el de los
machos y la papada alcanza un grado de desarrollo discreto. La línea
dorso-lumbar es recta o ligeramente combada, la caja torácica amplia en longitud
y anchura, y la grupa bastante angulosa.
La línea ventral no es tan recogida como la que presentan los toros, por lo
que tienen menos aspecto galgueño que los machos. Además las extremidades son
finas y más bien largas, dotándolas de una considerable alzada. La cola es
igualmente fina, larga y el borlón provisto de numerosas cerdas largas y
onduladas.
Las ubres tienen aspecto globoso y un tamaño medio para el conjunto de la
raza, siendo en general buenas criadoras. La piel es muy fina mientras que
los pelajes presentes en la vacada y los accidentales que les acompañan son los
mismos que se dan en los machos, igualmente variados y representativos del
mosaico multicolor que caracteriza a la raza de lidia.
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