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Centro Etnográfico del Toro de Lidia
El Encaste de Partido de Resina Print page
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Históricamente, los toros de Pablo Romero han gozado siempre de una bien ganada fama, la de ser los ejemplares de mayor belleza en el conjunto de la raza hasta el punto que su línea morfológica resume en muchos casos el canon, el ideal prototípico de la raza de lidia.

La amalgama de sangres que intervino en la creación de la ganadería y las firmes directrices selectivas aplicadas han logrado un toro de trapío verdaderamente espectacular, distinto de los restantes que existen e inconfundible hasta para cualquier profano en la materia.

La "personalidad" de los ejemplares de Pablo Romero se fundamenta sobre todo en la rotundidad y en la armonía de sus formas, y en la perfección global en que se convierte muchas veces el conjunto de sus imperfecciones.

En el campo y en la plaza los "pablorromeros" resultan impresionantes. Su gallardía cuando se descaran ante la presencia de algún extraño que invade su territorio es solamente la muestra del aspecto majestuoso que alcanzan al salir al ruedo, desafiantes y magníficos, cosechando el respeto y las ovaciones de los buenos aficionados en los tiempos actuales y pretéritos.

La morfología tan singular que lucen los toros de esta divisa está influida principalmente por la perfecta conjunción que se produce entre la cabeza del animal, pequeña, ancha y corta, con el destacable volumen corporal derivado del gran desarrollo de sus diámetros transversales y de su musculatura. Todo ello cuenta además con el realce que le da la capa cárdena, la más característica de los "pablorromeros".

Esta interacción de rasgos morfológicos condiciona la existencia de un ejemplar de talla media (mediolíneo), con característico perfil cefálico subcóncavo, hondo y cercano a la hipermetría por su anchura, por el gran desarrollo de sus masas musculares y por la redondez de sus formas.

Mientras la mayoría de los ganaderos se ven con frecuencia obligados a forzar el cebo de sus reses, para que se rematen y poder lidiarlas en las plazas más exigentes, al toro de Pablo Romero casi es necesario ponerlo a régimen para que no se pase de kilos y se "achichone" en exceso, habida cuenta de su facilidad para engordar.

De hecho se trata de un tipo de ejemplar que rebasa con facilidad los 600 kilos de peso en vivo y además tiene un alto rendimiento en canal, derivado directamente de su ampulosidad y no de su tamaño, porque cómo ya hemos indicado el toro de Pablo Romero no es un animal grande dentro del conjunto de la raza, sino de tamaño medio y bajo de agujas.

La cabeza es igualmente llamativa. De característico perfil subcóncavo, ancha, chata y con el diámetro fronto-nasal muy corto, parece a primera vista desproporcionada por pequeña con respecto al gran volumen corporal, aunque observando el conjunto del animal, se ve que armonizan a la perfección.

Además la testa dota a los Pabloromeros de muchas de sus características genuinas y diferenciales, con respecto a las reses de los restantes encastes. Su forma es un trapecio invertido, que se corresponde con una frente amplia y un morro ancho y brillante.

Los ojos son grandes, vivaces y característicamente rasgados, apareciendo colocados en una posición alta en la cabeza. Las orejas tienen tamaño pequeño y son muy móviles, al igual que ocurre en los restantes prototipos de la raza de lidia.

Toda la cabeza está cubierta por pelos abundantes y muy rizosos, no solo en la frente, si no también en la carrillada y prolongándose hacia el morrillo y las tablas del cuello, junto con un característico flequillo en la parte superior, que cae sobre la frente o queda en punta.

Las encornaduras, en forma de gancho, alcanzan un grado de desarrollo medio, de modo que los ejemplares de este encaste suelen estar bien puestos de cuerna, pero de forma proporcionada, sin que abunden los corralones y siendo mucho menos frecuentes los animales cornicortos.

Los cuernos de los "pabloromeros" son de coloraciones oscuras, grosor medio en la base y no suelen ser muy astifinos de pitones. Anchos de cuna, en su trayecto se dirigen generalmente hacia delante y hacia arriba, de forma que predominan los ejemplares cornianchos, veletos, corniapretados, cornidelanteros y los bien armaos en conjunto. No son frecuentes los brochos ni los gachos.
El cuello es sin lugar a dudas el punto más negativo de la conformación de estos toros, ya que suele ser corto y esto les resta muchas posibilidades de humillar a la hora de embestir, haciendo que predominen los ejemplares que siguen el capote o la muleta llevando la cara a media altura.

Durante muchos años los creadores de la ganadería han intentado corregir este defecto, que ha ido acrecentando su importancia conforme el toreo ha evolucionado en la búsqueda de un tipo de ejemplar de más calidad en la embestida, que roce con su hocico la arena de la plaza al embestir. Pero la cortedad del cuello tiene también su aspecto positivo, ya que incrementa la gallardía y belleza de los toros, que aparecen permanentemente encampanados.

A base de selección se ha conseguido que el cuello sea algo más largo que antaño, pero sin que esta modificación haya supuesto en ningún momento abandonar el tipo característico de los ejemplares de la divisa.

El morrillo de los "pablorromeros" resulta espectacular por su anchura, desarrollo y prominencia, apareciendo generalmente cubierto por numerosos rizos que, junto con los de la cara, les dan aspecto de gran seriedad.

La papada alcanza un grado de desarrollo bastante discreto. El tronco es ancho y cilíndrico, con las costillas arqueadas y el pecho profundo. La línea dorso-lumbar muy recta y la ventral se corresponde con el conjunto del animal. La grupa es ancha y muy desarrollada, especialmente los músculos de la culata. Ocasionalmente pueden darse ejemplares "culones" o de grupa doble, que son casi inexistentes en los restantes encastes que componen la raza de lidia.

Las extremidades son finas y más bien cortas, mientras que la cola es igualmente fina, larga y con borlón poblado. A pesar de que generalmente son toros bien aplomados, resultan especialmente desgarbados al andar y muchas veces parece que cojean. Esta circunstancia se produce como consecuencia de su anchura corporal y de su ampulosidad, de modo que en movimiento tienen un balanceo característico y parece como si se les rozaran las caras internas de los muslos y les obligasen a ir despatarrados.
La piel de los "pablorromeros" es fina y los pelajes típicos de la ganadería son el cárdeno en toda su variedad, desde el cárdeno muy claro hasta el cárdeno oscuro, y el negro en sus tres variantes, zaíno, mulato y azabache. Los últimos berrendos en negro que subsistían desaparecieron hacia 1960.

La eliminación de este último pelaje se produjo al considerar los propietarios que los toros que lo presentaban resultaban peores para la lidia. No obstante, Antonio Ordóñez consiguió un gran triunfo con un berrendo en negro de Pablo Romero, el año 1951, en la antigua plaza de San Sebastián.

Aunque los más característicos han sido siempre los ejemplares cárdenos, durante la centuria que la ganadería estuvo en poder de la familia Pablo Romero fueron más abundantes porcentualmente los negros. Esta tendencia tiende a invertirse y ahora lucen pelaje cárdeno todos los sementales con que cuenta la vacada. Los actuales propietarios consideran que los aficionados y los profesionales identifican más la divisa con esta capa y por tanto tiene mayor demanda. No obstante, nadie ha señalado diferencias cualitativas entre los ejemplares de una y otra pinta, aunque siempre parece que se recuerdan más los toros de pelaje grisáceo que los negros y es que la espectacularidad de los cárdenos de Pablo Romero resulta impactante para los aficionados y hasta para los simples espectadores.

Estas capas suelen ir acompañadas por una serie de accidentales destacando sobre todos el entrepelado. También son frecuentes el bocinegro, el gargantillo, el girón, el rebarbo, el coliblanco y el rabicano, junto con otros más comunes en todos los vacunos de lidia, como el bragado, meano y axiblanco.

En mayor o menor medida se aprecian también ejemplares llorones, ojalados, luceros, estrellados, caretos, caribellos, listones, salpicados, botineros e incluso chorreados en verdugo.

Este último accidental se da en algunos ejemplares cárdenos y es muy peculiar puesto que las líneas negras verticales, que bajan desde la espina dorsal hasta el vientre, son muy finas y bastante diferentes de las características bandas de los restantes chorreados en verdugo, que son siempre más anchas.

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